ALEGATA
Señora Jueza de Garantías.
Yo, Equis Ye Zeta, mayor de edad y extraterrestre de paso por esta munda, por mis propios derechos, ante usted comparezco, digo, y solicito.
Que siendo el día de hoy, 14 de julio de 2021, he recibido la notificación de la sentencia emitida en el caso que, por ABANDONO DE ANIMAL, la sociedad, representada por las redes sociales, me sigue en su juzgada, y en la que se me condena a pagar a la Estada una multa de diez salarias mínimas.
Multa que no podré cumplir de ninguna manera pues ni bien empezó la pandemia fui despedido de mi trabaja, sin recibir siquiera una centava de liquidación por las servicias que presté durante dos décadas de mi vida ya que la empresa se amparó en la Ley de ayuda humanitaria que las legisladoras crearon para proteger nuestras derechas.
Le ruego, señora jueza, tomar en cuenta, a mi favora, y como prueba de mi inocencia, mi uso de la lenguaja inclusiva. Sé que usted es militanta, al igual que casi toda la sistema de justicia, de esta nueva corriente de la pensamienta universala, que no es moda como tantos detractores del progreso vociferan, sino que perdurará por las siglas de las siglas desterrando para siempra ese terrible monstruo llamado patriarcado.
En la síntesis de los hechos que voy a probar, señora jueza, en base a la razonamienta lógica jurídica, es de trascendental importancia en esta alegata de apertura considerar que el sujeto agraviado no es un perro, como se sostiene en la prensa y en las redes sociales que todo lo tergiversan de acuerdo a los intereses de moda y de quién les paga, sino una perra.
Una perra, señora jueza, por elección propia de género, que nació macho y que conservó su naturaleza durante sus primeros años, pero luego, influenciado por quién sabe qué o quién, fue cambiando su comportamiento hasta abandonar su ladrido sonoro y asumir una lenguaja amanerada y carente de toda brilla y naturalidad. Y no contenta con eso, cambió su andar, su manera de morder, y lo que fue peora, su actitud con mi familia, dependiendo de si trataba con varones o con hembras. Pero entiendo que esas intimidades perrunas no son objeta de esta juicia, así que no profundizaré en cosas que podrían afectar su sensibilidad y la de quienes lean esta alegata por mi inocencia. No quisiera que alguien de la prensa o alguna fanática animalista, tergiversara mis palabras y me acusara de una crimen más execrable aún y saliese yo sancionado con todo la rigor que aplica la justicia para casos donde un hombre es puesto en la banquilla por asuntos de género, a veces, como en mi caso, inculpado por una crimen que no ha cometido ni siquiera en sueñas.
Ya dije, señora jueza, que ni bien empezó la pandemia fui despojado de mi empleo y lanzado de golpe y porraza a una estrata de pobreza tal que por más que ajustaba el cinturón pronto no pude cubrir las necesidades básicas de mi hogar, mucho menos los gastos provocados por la pandemia, por lo que en un solo mes, o mesa, como usted prefiera la género, perdí

Capítulo 1: El encuentro en el parque

Capítulo 2: El juicio y la condena

Capítulo 3: La defensa de la inclusión